Cómo afecta la luz a tus ojos

De todos los órganos de nuestro cuerpo, los ojos son el más complejo, especialmente si tenemos en cuenta su gran relevancia a pesar de su tamaño.

Los ojos son particularmente vulnerables a diferentes agentes, como la luz. En este artículo vamos a analizar cómo funciona el ojo y cómo éste reacciona ante diferentes niveles de luz, así como los peligros de la sobreexposición a la luz y sus posibles tratamientos.

Cómo funcionan tus ojos

Cuando observas un objeto, la primera parte del ojo en ponerse en acción es la córnea. La córnea es la parte frontal transparente del ojo y funciona como una ventana protectora entre el resto del ojo y el mundo exterior.

Cuando los rayos de luz llegan a la córnea, su poder de refracción manipula y dobla estos rayos de tal manera que pasan a través de la pupila (cavidad localizada en el centro del iris), permitiendo que los rayos entren al ojo.

El iris es la estructura circular que rodea la pupila y es responsable de reducir y aumentar el tamaño de la pupila. Con estos movimientos, ayuda a filtrar la cantidad de luz que llega a la retina, en la parte posterior del ojo.

Cuando los rayos de luz atraviesan la pupila, también están traspasando el cristalino, una estructura transparente y flexible que ayuda a refractar la luz.

El cristalino es capaz de cambiar la distancia focal del ojo, permitiendo que se centre en objetos situados a diferentes distancias. Realiza esta acción cambiando su forma, disminuyendo o agrandando su anchura. Es entonces cuando los rayos pasan a través del vítreo, una densa sustancia transparente y gelatinosa. Esta sustancia compone la mayor parte del globo ocular y permite que el ojo conserve su forma esférica. Finalmente, tras pasar por el vítreo, los rayos de luz llegan a la retina.

La retina es una capa de tejido sensible a luz que se encarga de convertir los rayos de luz en imágenes. Su funcionamiento es similar al de una película en una cámara, convierte los rayos de luz en impulsos de luz. A continuación, envía estos impulsos al nervio ópticos a través de más de un millón de fibras nerviosas.

Cómo reaccionan los ojos a las diferentes intensidades de luz

El iris actúa como la principal barrera del ojo ante extremas intensidades de luz, su función es cambiar el tamaño de la pupila. El proceso se conoce como “el reflejo pupilar a la luz” y se produce cuando el iris controla el diámetro de la pupila en respuesta a la intensidad de luz que llega al ojo.

El ojo necesita una cierto nivel de intensidad para que la retina pueda convertirla en imágenes. Es fundamental que el iris modere la cantidad de luz que entra en el ojo, porque una cantidad excesiva puede dañar la retina o dificultar el proceso de conversión en imágenes.

Ante una gran intensidad de luz, el iris contrae la pupila para que entre poca luz al ojo y al contrario, cuando la intensidad de luz es muy baja, el iris dilata la pupila permitiendo que entre más luz.

El cristalino también contribuye a proteger la retina de las intensidades de luz extremas. Su curvatura está controlada por los músculos ciliares que lo rodean, unidos a través de las zónulas. Estos músculos funcionan de manera similar al iris, se contraen y relajan dependiendo de los niveles de luz.

¿La luz puede dañar tus ojos?

Sí. Cuando las células sensibles a la luz de la retina están sobre estimuladas, éstas liberan sustancias químicas señalizadoras en grandes cantidades. Si la retina libera muchas de estas sustancias de una vez, como por ejemplo cuando miramos directamente al sol, esto puede dañar la parte posterior del ojo[1].

La exposición continua a los rayos ultravioleta del sol puede dañar el ojo, más concretamente la mácula lútea, responsable de la visión central. La visión central se refiere a lo que ves directamente en frente de ti, con un enfoque nítido, y es necesaria para algunas acciones como leer y conducir.

Aunque la pupila se contrae de forma natural cuando nos exponemos a una intensidad de luz fuerte, gran parte de esta luz atraviesa el ojo y se concentra en el tejido macular, dañándolo durante el proceso.

Además, los rayos ultravioleta también pueden causar quemaduras en la córnea. La quemadura corneal pueden considerarse como quemaduras solares de la superficie del ojo y puede provenir de diferentes fuentes: la luz solar, las lámparas solares de los salones de bronceado o el reflejo de la luz del sol fuera del agua.  Además de resultar dolorosa, puede causar pérdida o alteración de la visión. La exposición a la rayos ultravioleta ha sido ligada a diversas formas de daño ocular, entre las que se incluye un tipo particular de catarata y la degeneración macular.

La catarata es la opacidad del cristalino. El cristalino está compuesto principalmente de agua y proteínas, las cuales están dispuestas de una manera concreta con el fin de mantener el cristalino claro. Sin embargo, por razones que no están del todo claras, estas proteínas se juntan y nublan la superficie del cristalino de algunas personas. Esta afección, inicialmente, tiene un bajo impacto en la visión, aunque puede causar que algunos objetos se perciban borrosos.

Asimismo, algunas luces como la del sol o los faros de los coches pueden ocasionar ceguera. Lo mismo puede suceder si se produce la degeneración de la mácula, causando puntos ciegos en esta área. La degeneración se produce cuando los puntos conocidos como drusas (depósitos de residuos celulares) se acumulan en la mácula.

Cómo puedo prevenir y tratar los problemas causados por la exposición de la luz

Para empezar, debemos destacar que los ojos son muy sensibles a los daños y enfermedades, por lo que debes buscar tratamiento médico de un profesional de la salud si estás experimentado alguna molestia después de estar expuesto a la luz. En caso de estar sufriendo de trastornos visuales o visión borrosa, debes asistir a un hospital para realizarte una exploración.

Para asuntos relacionados con la sensibilidad a la luz como resultado de la sobreexposición, se recomienda usar, de forma regular, gafas de sol. Naturalmente, también se aconseja evitar la exposición a luces deslumbrantes.

No se aconseja usar lentillas si tienes alguna molestia en el ojo, tanto como si se debe a una sobreexposición como a cualquier otra causa. Las lentillas pueden restringir la cantidad de oxígeno que llega a la córnea y puede ser un caldo de cultivo para las bacterias si no están suficientemente esterilizadas.

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